Cuando regresé a Tijuana, después de vivir 3 años en la Ciudad de México, traía un acento muy “chilango”.

Regresé a Tijuana a cursar el 3o de primaria y fue mi primera experiencia de rechazo social.

Entré a un nuevo grupo, donde muchos me daban carrilla y me apodaban “el chilaquil”. Peor que eso era que por mi acento, nadie se quería juntar conmigo. En ese entonces el rechazo a lo chilango, el regionalismo estaba muy fuerte.

En el recreo, me juntaba con mi hermana, que iba unos grados más arriba.

Después conocí a 2 buenos amigos que estuvieron conmigo toda la primaria. Alex e Ivan.

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